Es ampliamente conocida la historia de perseverancia de Randy Arozarena. Ahora que se halla en la cúspide no hay límites. Quiere más para corresponder a todo lo que ha brindado México. Un país que lo acogió y al que llegó procedente de su país natal Cuba. Un viaje en una lancha en la que enfrentó la muerte ante el peligroso oleaje del mar que conecta a los dos países.
“Nos adentramos en el monte para escondernos de la policía y nos subimos a la lancha. Partimos a las tres de la mañana y, conforme transcurría el tiempo, las condiciones se tornaron más adversas. A pesar de ello, me quedé dormido durante mucho tiempo. Mi brazo rozaba literalmente el agua y las olas alcanzaban los cinco metros. La parte delantera de la embarcación se rompió y parecía que cualquier ola podría sacarnos del bote. Fue una experiencia desagradable. Nueve horas más tarde, al mediodía, llegué a Isla Mujeres y ahí comenzó mi nueva vida en México”.
Rememoró Arozarena acerca de la travesía que emprendió para poner pie en territorio mexicano cuando era menor de 20 años.
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En una entrevista para la revista GQ, el jardinero de Tampa Bay Rays detalló que, a su corta edad, tuvo que hacerse cargo de su familia tras el fallecimiento de su padre. Por ese motivo arriesgó su vida en busca de un futuro mejor para sus seres queridos.
“Siendo el hermano mayor, a los 19 años, tuve que asumir el papel de padre de mis hermanos. Sentí que estaba arriesgando mi vida por mi familia. Siempre es posible arriesgar la vida, pero ese fue el primer momento en el que fui plenamente consciente de que realmente estaba poniendo en juego mi vida. Y fue entonces cuando escapé de Cuba”.
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Afortunadamente, logró alcanzar sus sueños. Después de jugar algunos años en México, aquel jugador que soñaba con ser futbolista dio el salto a las Grandes Ligas. Donde ha destacado. Fue galardonado como el novato del año en 2021. Luego, este 2023 logró el tercer lugar con la selección mexicana en el Clásico Mundial. Además de participar en el Home Run Derby y en el All Star Game tras su destacada actuación con los Rayas.
No obstante, su meta no hubiera sido posible sin que la responsabilidad lo acompañara. Por un momento se desvió de sus objetivos, pero inmediatamente retomó el rumbo.
“Mientras jugaba en la Liga Meridiana iba a bares y después a jugar. Me di cuenta de que eso no me llevaría a ningún lado. Llegué a México con un propósito: ayudar a mi familia”.
Una vez instalado en las Grandes Ligas, Arozarena explicó las primeras dificultades que superó en las Mayores.
“Empezó complicada. En enero de 2020, cuando me cambian de San Luis para Tampa Bay, pensé: ‘No valgo para nada’. Sabiendo la calidad que tienes, piensas ‘maldición, ¿cómo me van a echar?’. Pero luego decidí mirar hacia adelante. Tuve un gran spring training en Tampa y me sentía muy bien, pero llegó la Covid-19, la pandemia…”.
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A partir de este año, todo cambió para bien; sin duda, el Clásico Mundial fue el punto de inflexión.
“Fue increíble. Siento un gran orgullo de representar a México, de ser mexicano también. Ahora, no hay un estadio de las Grandes Ligas en el que los mexicanos no estén al 100 por ciento conmigo. Me siento contento porque me han aceptado como un mexicano más”.
